El camino hacia la descarbonización total de Europa será largo y requerirá de inversiones y esfuerzos tanto del ámbito privado como del público, pero el riesgo de esta transformación verde es que puede hacer perder competitividad a muchas compañías durante los años de transición frente a aquellas que no desarrollan la tecnología necesaria para eliminar las emisiones. De hecho, la siderurgia calcula que el coste de producción del acero podría llegar a duplicarse para cumplir el objetivo de reducir las emisiones a cero en 2050 y esto puede expulsar del mercado al acero producido en el viejo continente.
Los frentes abiertos son muchos y cada sector ya diseña su estrategia para reducir la contaminación. La industria y, dentro de ella la siderurgia, han sido de las primeras en ponerse las pilas. Las empresas ya están desarrollando una batería de inversiones en sus plantas europeas. Prueba de ello son algunas de las obras que está llevando a cabo Arcelor en sus factorías asturianas con el objetivo de bajar el consumo energético y la contaminación, como preparar el horno alto ‘B’ para consumir gas de cok, la instalación de un nuevo filtro de mangas en el sínter ‘A’ o las avanzadas tecnologías que se utilizarán en las nuevas baterías ce cok.
La Asociación Europea del Acero (Eurofer) ve factible que en tres décadas las emisiones puedan reducirse entre un 75% y un 95% respecto a los niveles registrados en 1990, dependiendo de cómo evolucione la tecnología y las políticas públicas. Pero esta transformación no será gratis. Un informe publicado recientemente por esta organización calcula un incremento de costes de hasta el 100% por tonelada de acero. Por ello reclama la complicidad de instituciones y otros sectores productivos.
Según detalla, la siderurgia deberá contar en las próximas décadas con los «ingredientes necesarios» para abordar la transición, entre los que se encuentran el acceso a materias primas adecuadas -mineral de hierro y chatarra- y a un suministro eléctrico estable vinculado a energías limpias. «Durante la transición, la tecnología de captura y almacenamiento de carbono será necesaria para apoyar el progreso junto a las vías de reducción de carbono que se pongan en marcha», explica el documento, titulado ‘Caminos hacia una industria europea del metal neutral en CO2’.
A la hora de desarrollar las distintas posibilidades, Eurofer plantea seis escenarios distintos en función de la rapidez y la eficacia con la que se apliquen las distintas medidas. Los dos primeros, «no realistas» ya que mantienen unos mecanismos de producción muy similares a los actuales, reducirían las emisiones entre un 10% y un 15%, siempre tomando como referencia los estándares de 1990. Los siguientes ya barajan un descenso de entre el 75% y el 95%. Todo ello, aunando técnicas de economía circular y dos estrategias distintas: una de uso «inteligente» del carbono, como la ya citada captura y almacenamiento de carbono, así como las estrategias de reducción directa de emisiones, sustituyendo el carbón en el proceso de producción por hidrógeno o electricidad de origen renovable.
El sector energético, «vital»
Más allá de los avances tecnológicos que, por ejemplo, ya se están desarrollando en Avilés en cooperación con el CSIC, para Eurofer resulta esencial aunar esfuerzos desde otros ámbitos para completar esta transición de forma exitosa. En este sentido, la entidad subraya la necesidad de contar con un «marco regulatorio predecible y que dé apoyo» a las empresas. En el ámbito energético, «vital» para el desarrollo industrial, Eurofer calcula que el futuro sector metalúrgico europeo necesitará «unos 400 teravatios/hora al año» para sacar adelante la producción del acero.
«Para alcanzar los objetivos de reducción de emisiones es importante actuar ahora. Dadas las características de la industria del metal, la implementación de tecnologías de reducción de emisiones se alargará en el tiempo. Las inversiones impulsadas hoy tendrán efecto en diez años o más. Debe hacerse en cooperación con los gobiernos, el sector eléctrico y otras industrias», concluye el informe.
Fuente: elcomercio.es